Como algunos autores señalan hoy en día vivimos, ya no una era de cambios, sino en un cambio de era: Un cambio de era que viene facilitado por una revolución de las tecnologías de la información y la comunicación que han generado sociedades más interconectadas, transparentes, complejas, inciertas y globalizadas que nunca jamás en la historia.
Autor: Javier Cortés.
En este nuevo paradigma de máxima exposición la clave para el éxito de cualquier proyecto empresarial, político, social e incluso personal radica en la capacidad de generar la confianza necesaria en el resto de actores con los que interactúa de manera inmediata e integral merced a las tecnologías; hoy se puede saber todo lo que ocurre en cualquier punto del planeta y se puede saber de manera inmediata.
Supone por tanto la decadencia de un modelo que premia lógicas de toma de decisión de corto plazo que no integran ni valorizan los impactos externos medioambientales, sociales, institucionales o humanos que generan; impactos externos que hasta hace pocos años solo se conocían con el paso del tiempo y se hacían irrelevantes para el retorno al corto plazo de los réditos de un proyecto pero que ,en cambio, hoy son accesibles de manera cuasi -inmediata y cuestionan la capacidad de generar confianza en el entorno en el que interactúa el decisor y por tanto condiciona de manera definitiva la viabilidad de cualquier proyecto en el medio y largo plazo.
De igual manera la necesidad de generar confianza en entornos de máxima interacción y exposición supone la disfuncionalidad del pensamiento lineal para aprehender la complejidad de la realidad en su conjunto y la necesidad de entender, identificar y medir las interacciones de las distintas variables medioambientales, sociales, políticas, económicas y humanas que concurren en un contexto determinado, para conocer los impactos y las consecuencias que generan nuestras decisiones, y ser capaces de minimizar los impactos negativos y multiplicar los positivos en estas realidades comunes y compartidas , elementos básicos para fortalecer lazos de confianza que destilar en valor para cada uno de los actores. Dicho de otra manera, la realidad siempre ha sido compleja, si bien en corto plazo las conexiones no eran relevantes; al acelerarse el retorno de nuestras decisiones las interconexiones pasan a ser relevantes para la gestión de nuestras externalidades y la construcción de confianza.
La confianza generada la metabolizará cada actor en términos de valor en función de su naturaleza; de esta manera un proyecto empresarial que sea capaz de generar esta confianza la canjeará en valor empresarial mostrándole a sus inversores su posicionamiento, reconocimiento y capacidad de relacionamiento con el resto de actores en el contexto en el que opera para proteger sus inversiones y adaptarse a los desafíos de sociedades y mercados tan inciertos y e inestables en las que vivimos.
De igual manera canjeará esta confianza accediendo a mejores señales a la Administración Pública para contratar, a las Cadenas de Valor, a sus empleadas y empleados, al talento emergente, al consumidor, o a otros grupos de interés; un proyecto político está igualmente desafiado y necesitado de dar respuesta a una ciudadanía que hoy puede votar , participar y exigir rendición de cuentas a diario y que necesita devolver resultados y comunicarlos adecuadamente para canjearlos en reconocimiento a sus políticas, lo que supone un estímulo para la búsqueda de socios adecuados para la colaboración en el logro de impactos positivos en lugares comunes del contexto que comparten.
La confianza es por tanto la divisa que cotiza al alza en estas sociedades transparentes e
interconectadas en las que vivimos y actuamos hoy en día. y esto supone un desafío mayúsculo para los modelos empresariales, para los modelos políticos, los modelos de organizaciones de la sociedad civil pero ante todo, supone un desafío epistemológico respecto al modelo de pensamiento con el que vamos a mirar , aprender y aprehender la realidad en la que vamos a interactuar.
Sólo desde una mirada integral y sistémica seremos capaces de entender, identificar , medir y gestionar nuestros impactos adecuadamente en contextos complejos y garantizar de esta manera que no sólo no generamos externalidades negativas que nos penalizarían en términos de confianza sino que estaremos en condiciones de constituirnos en socios para construir conjuntamente estos lugares comunes y generar de esta manera entornos medioambientales, económicos, sociales, institucionales y humanos estables, confiables en el largo plazo, precisamente aquellos que escasean hoy en día para atraer inversiones hacia la economía real en el medio y largo plazo.
De esta manera el desafío que tenemos delante para dotarnos de una mirada sistémica que nos permita comprender y aprehender la realidad para poder gestionar con éxito su complejidad representa un desafío esencialmente epistemológico: es preciso dotarnos de un nuevo conocimiento que supere las miradas lineales o parciales a la realidad; no es posible seguir intentando gestionar la complejidad desde la mirada únicamente económica, o sociológica, o financiera, o exclusivamente desde una mirada ingenieril u otras ciencias técnicas: son precisas metodologías transdisciplinares, nuevas taxonomías de conocimiento, para poder generar el conocimiento necesario para una mirada sistémica a la realidad que nos permita entenderla, interpretarla y gestionarla en toda su
complejidad.
El reto es epistemológico y contracultural : Hemos generado un modelo de conocimiento estanco entre disciplinas, y sobre el mismo, unas culturas organizacionales que han de gestionado y gestionan un modelo de crecimiento basado en el corto plazo donde las consecuencias de las decisiones en el largo plazo quedaban externalizadas a los procesos de toma de decisión. El reto para evolucionar a un pensamiento sistémico es , claramente, un reto también contracultural, y por ende, que llevará un tiempo en términos generacionales que no tenemos para abordar los retos urgentes e impostergables del planeta y de la humanidad.
Es en este sentido donde la inteligencia artificial puede facilitar una tecnología definitiva para poder establecer las conexiones de los distintos planos de la realidad de cara a entender y a gestionar la complejidad de la misma. Incluso acelerar el desafío epistemológico y cultural al poder modelizar la realidad con una información no disponible hasta el momento y generar nuevas correlaciones y evidencias sobre las que acelerar los procesos de generación y evolución de conocimiento.
En el ámbito de ciencias como la biomedicina, la robótica por citar algunas de las más comunes la aplicabilidad de la IA es revolucionaria. No obstante, la gran esperanza de esta tecnología se nos plantea como herramienta clave para dar respuesta a los retos urgentes e impostergables que afronta el planeta y la humanidad en términos medioambientales, sociales, económico financieros y de desarrollo humano que se manifiestan como el cambio de era.
El 25 de septiembre de 2015 las Naciones Unidas aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 fruto de un proceso de diálogo y co-creación entre actores públicos y privados de todo el planeta; unos ODS que se caracterizan por afrontar los retos del planeta y de la humanidad desde una mirada sistémica y por ser unos excelentes marcos donde potenciar el valor y la confianza que destilan las lógicas de colaboración y alianza en los de objetivos comunes y compartidos. Se deduce por tanto como una oportunidad óptima la utilización de la inteligencia artificial por todo tipo de organización, desde las instituciones públicas, empresariales, académicas o de la sociedad civil, para integrar la sostenibilidad en la gestión de los impactos sociales y medioambientales en sus modelos de toma de decisión, así como identificar los efectos óptimos de la colaboración multiactor en los Objetivos de Desarrollo Sostenible compartidos por los actores que concurren en un territorio.
Llegamos así a otro concepto clave: El territorio. El territorio concebido como un espacio sistémico donde la dimensión social, medioambiental, económica, cultural, financiera, humana se interrelaciona de una manera dinámica , multiactor y donde los patrones de confianza se consolidan en un contrato social reconocible por todas las partes.
La Agenda 2030 asume que para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible estos deben localizarse en cada territorio, es decir: Deben contextualizarse en cada realidad del planeta y deben dotarse de nombres, caras, memoria, paisaje, necesidades, recursos, cultura, cotidianeidad.
Para avanzar por tanto una Agenda sistémica como la del desarrollo sostenible del territorio y los ODS que concurren en el mismo es preciso entender profundamente las interconexiones entre los elementos medioambientales, económicos, sociales, culturales y humanos que se dan en el mismo para poder abordarlos con garantías de impacto, transformación y por supuesto, de generación de confianza y contribución al contrato social. Esto precisa por tanto de la necesaria innovación en todos y cada uno de los actores que concurren en el territorio, y la IA se plantea como una innovación más que poderosa, necesaria para establecer buenas estrategias de transformación del
territorio hacia el desarrollo sostenible.
La necesidad de diseñar hojas de ruta de largo plazo para la transformación del territorio que se constituyan en auténticas misiones compartidas por todos los actores púbicos y privados podrán fortalecerse de manera relevante a través de la IA: La masiva disponibilidad de datos taxonomizados en términos sociales y medioambientales (ESG ) y en clave ODS será la materia prima sobre la que poder modelizar comportamientos futuros del territorio en términos de desarrollo sostenible; es muy interesante dotar a la gestión del territorio de herramientas como gemelos digitales para poder adecuar las decisiones de los actores a contextos cambiantes de largo plazo sin perder los objetivos estratégicos de avanzar el desarrollo sostenible, tecnologías de trazabilidad de los impactos en ODS para corregir y optimizar comportamientos, etc.
La IA puede , por tanto suponer un desafío para la humanidad si dejamos que a través de algoritmos automáticos se organicen las estructuras sociales, económicas y organizacionales desvinculadas del desarrollo sostenible, de los derechos humanos y del elemento puramente humano como es el concepto de empatía y compasión que está en la base de la evolución de nuestra especie; pero puede asimismo suponer una herramienta clave si la utilizamos para entender mejor las consecuencias de las decisiones a nivel organizacional y personal en el entorno social, medioambiental, económico y cultural donde las personas deberemos disponer de las capacidades necesarias para ejercer libremente nuestros derechos humanos: derechos humanos que no son ni más ni menos que la formalización del concepto esencial e intrínsecamente humano de la compasión y la empatía.