Juanjo Rubio Ingeniero biomédico y director de la Unidad de Innovación Social de Navarra
Cincuenta años después de que comenzaran a comercializarse los primeros microprocesadores, el autor hace hincapié en la importancia de que las organizaciones humanicen la tecnología digital y de que las nuevas generaciones sean protagonistas de la (bio)revolución.
Hace exactamente cincuenta años, empezaron a comercializarse los primeros microprocesadores. Diez años más tarde, nos llegaron en el corazón de ordenadores, con los que muchos adolescentes de entonces aprendimos a programar.
Cada año, la industria ha sido capaz de multiplicar la capacidad y dividir el precio de los componentes electrónicos. La evolución tecnológica es exponencial. De hecho, hace tiempo que la informática se ha democratizado y está al alcance de cualquier persona y organización en el primer mundo.
Europa no aprovechó a tiempo la revolución informática que emergió hace tres décadas. Carecemos de empresas digitales líderes, y aún está pendiente la digitalización en demasiados servicios públicos y pymes. La red de Polos Europeos de Innovación Digital y la Estrategia Digital Navarra 2030 pretenden acelerar la transformación digital.
Con herramientas digitales y automatización, nuestras empresas son cada vez más eficientes y productivas. Sin embargo, seguimos sin aprovechar colectivamente esta capacidad y todavía aspiramos a la eutopía de crear riqueza sostenible éticamente y distribuirla con justicia.
“Una ciudadanía informada y empoderada podría imaginar y construir alternativas a la economía de la atención y el capitalismo de la vigilancia que se nos imponen desde oligopolios y gobiernos opacos”.
En el universo digital, representamos lo que nos importa como datos. Es urgente que la sociedad gobierne su almacenamiento, logística y uso, ya que una ciudadanía informada y empoderada podría imaginar y construir alternativas a la economía de la atención y el capitalismo de la vigilancia que se nos imponen desde oligopolios y gobiernos opacos.
Con inteligencia, aprovechamos los datos que aportan información para tomar decisiones en cada aquí y ahora. A menudo, los integramos en el conocimiento que nos permite afrontar categorías de problemas y situaciones. Y, en ocasiones, tenemos la sabiduría de priorizar nuestros retos y a qué dedicamos cada uno de nuestros instantes.
La biología es la tecnología más asombrosa de la naturaleza, y los adolescentes de hoy están aprendiendo a programar sistemas vivos. Podrán diseñar, simular e imprimir organismos con funciones o capacidades productivas útiles y medioambientalmente sostenibles. Serán capaces de crear mundos virtuales donde habiten seres digitales inmortales o universos materiales infinitos imaginados con datos. Átomos y bits coexistirán en su realidad.
El Gobierno de Navarra tiene la oportunidad de hacer posible que nuestra juventud sea protagonista de la (bio)revolución. Pienso que debería contar más con ella para decidir, de forma participativa y transparente, cómo se van a usar los fondos europeos de recuperación y resiliencia. Este dinero es sobre todo suyo, un préstamo que las autoridades europeas han aprobado y que la ciudadanía deberá devolver en un futuro que también pertenece a la juventud de hoy.
Si queremos aprovechar las capacidades ilimitadas de la tecnología digital en beneficio del bien común, tendremos que apostar más por las personas jóvenes. Más que la transformación digital de las organizaciones humanas, el reto es humanizar la tecnología digital. Porque solo la humanización de lo digital da sentido a la digitalización de lo humano.
Nuestro verdadero súperpoder es ser humanos.
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