Este pasado fin de semana he estado en Oporto con mi mujer.
Plan sorpresa por los 40.
El viernes a la hora de comer recibí un sobre misterioso con unas sandalias y unos calcetines blancos dentro. Y una pista, que su vez me llevó a otra.
Un sobre y un cómplice en cada parada. Y dentro de cada sobre una nueva pista y una prenda de ropa.
Así hasta acabar vestido de turista en el aeropuerto.
Si no habéis estado nunca en Oporto, merece la pena un fin de semana. Si encima os hace buen tiempo, es un lugar increíble para conocer a pie.
Una ciudad construida alrededor del Duero. Con casas, literalmente, clavadas en las laderas. Y un paseo por el río en el que puedes visitar un montón de bodegas.
La ciudad está tan preparada para el turismo que vas a encontrarte con gente de todas partes del mundo. Mucha gente. Y de todas partes.
Así que estábamos disfrutando de la ciudad cuando empezamos a buscar dónde podíamos cenar.
En la guía encontramos un sitio con un menú corto pero bastante currado. El típico restaurante un poco fuera del circuito turístico con muy buena pinta.
Así que, como estábamos por la zona, nos pasamos a reservar.
El bar abría a las 19:30 y, aunque eran las 17:00, vimos que el camarero estaba dentro. El tipo nos coge la reserva y nos dice que tiene dos turnos y que solo tiene hueco en el primer turno porque hay que dejar la mesa antes de las 21:00.
No lo dijo con muy buenas formas pero, yo qué se, todos podemos tener un mal día.
Así que le decimos que ok, que nos veíamos a las 19:30 (importante) que es la hora oficial a la que abren.
Nos damos una vuelta y aparecemos 15 minutos antes de nuestra reserva. Y, oh sorpresa, el bar está lleno. Solo queda una mesa libre. La nuestra.
Y cuando vamos a sentarnos nos dice que nos ha cancelado la reserva. Que nos había dicho a las 19:00 y que la ha cancelado. Por sus santos cojoxxx.
¿Crees que le importó un solo minuto que estuviéramos de finde especial? Llegó un grupo grande que le llenó el bar y aprovechó la oportunidad. Luego vino la excusa de la cancelación.
Con tal nivel de demanda. Con tal nivel de rotación de clientes, no hace falta fidelizar.
Mañana vendrán diez mil nuevos turistas como nosotros. Carne fresca sin memoria.
Da igual el servicio cuando tienes a otro esperando en la puerta. A veces ocurre cuando el producto es realmente bueno. A veces es la seguridad que te da una marca. A veces no hay explicación posible.
Y luego está el foco en el servicio. Porque al final cenamos en el restaurante del Palacio de la Bolsa de Oporto. Un edificio histórico con un servicio exquisito.
Con un equipo que conoce el producto y que te hace sentir como si fueras el único cliente del restaurante.
Explicándote cada plato.
Bien.
Hay diferentes formas de hacer las cosas.
Tú decides con quién prefieres trabajar.
Encantado de tener una conversación.
Iñaki Pertusa
Socio en DECIDATA