Un Ostixx en la cara para terminar el verano

toro mecánico

A veces la vida te da un toque.
Lo suficientemente fuerte para que no puedas ignorarlo. Pero con suficiente espacio para que no dejarte KO.

Y ese golpe, en el fondo, te ayuda a darte cuenta de la necesidad de cambiar la forma en la que haces las cosas.

A mí me pasó hace 10 días. 

Después de un verano en familia en el que todo ha ido de maravilla, nos fuimos a pasar unos días a la fiesta del pueblo de mi mujer, en la provincia de Burgos.

Ya sabes. Pueblo pequeño. Verbena, hinchables para los niños y toro mecánico para los no tan niños.

Así que estábamos viendo el ambiente. Disfrutando con gente a la que solo ves en de año en año porque nos juntamos en fiestas.

Todos con la camiseta oficial puesta.

Y los chavales empiezan a montarse en el toro mecánico. Durante el rato que estás encima eres el centro de atención. Y cuando tienes 18 años no hay nada más importante que las chicas del pueblo vean quién es el que más aguanta.

Pero tras más de una hora de exhibición, ya no había nada más que demostrar.

Así que el toro se quedó libre para los niños más pequeños y para los padres con hijos todavía más pequeños. 

Qué puede pasar en una atracción donde todo está rodeado de hinchables…

Si lo piensas bien, ahí es donde está el aprendizaje.

En un ambiente donde todo funciona bien. Donde estás protegido si te caes. Donde nada puede pasar, porque no ha pasado nada en todo el tiempo que llevas jugando. Ahí, justo ahí es donde de repente todo cambia.

Y como no estés preparado, te vas a dar una ostxx como la que me di yo.

Porque pensando que nada podía pasar, me subí con mi hijo de 3 años al toro. Todo fue bien. El tipo de la atracción nos movía suavemente. Mi hijo disfrutaba y llegó el momento de caernos.

Como decía mi hijo antes de montarse: «lo más divertido es caerte a la colchoneta»

El problema es que al agarrarle para que no se hiciera daño, me lo pegue al cuerpo… pero no le sujeté la cabeza. 

Ahora imagínate la cabeza de un niño de 3 años yendo hacia delante y volviendo con toda la inercia a impactar directamente con tu nariz.

Si ves el vídeo, el golpe no parece para tanto.

Cuando ves cómo dejé de sangre el toro mecánico, los tres puntos que me tuvieron que dar por dentro del labio y la nariz hinchada como una morcilla durante 10 días, entonces sí. Entonces la cosa parece más seria.

Lo mejor de todo es que he tenido suerte. Un centímetro más arriba y me hubiera roto la nariz. Un centímetro más abajo y me hubiera roto los dientes. 

Si la visión del golpe, la sangre y los puntos no te ha dejado noqueado, piensa qué le puede ocurrir a tu empresa con un golpe de este tipo. 

Y, sobre todo, qué podías haber hecho para estar mejor preparado.

Porque claro, cuando el tipo de la barraca me dice que no es la primera vez que le pasa y que hay que agarrar a los niños de otra forma «después» de haberme dado el golpe, ya no me sirve para nada.

Ese es el poder de los datos.

Encantado de tener una conversación.

Iñaki Pertusa
Socio en DECIDATA

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