Hoy en día, las noticias sobre incendios forestales, sequías extremas, la pérdida alarmante de biodiversidad o la insoportable inacción frente a la crisis climática pueden volverse abrumadoras. Este bombardeo informativo despierta en muchas personas un sentimiento de angustia o “ecoansiedad”. Como activista climático, me he encontrado con esa ansiedad muchas veces. Sin embargo, en lugar de dejarme paralizar, intento utilizarla como un impulso para la acción. Si sientes lo mismo, comparto algunas ideas contigo:
La ansiedad climática es una respuesta emocional comprensible ante una crisis global. Significa que te importa el planeta y las personas que lo habitan. Pero, en vez de dejarnos llevar por el miedo o por la depresión, tenemos que convertir esa angustia en determinación. Recuerda: la desesperación sin acción nos paraliza; la preocupación convertida en compromiso nos mueve a actuar.
Es fundamental informarse sobre la realidad del cambio climático, pero hay una delgada línea entre la conciencia y la sobreexposición. A mi me ha servido buscar fuentes confiables como informes científicos y organizaciones ambientales sólidas y evitar quedarme enganchado solo en noticias negativas. Y complementar esa información con historias de éxito y progresos en acción climática, que también los hay.
Para revertir el rumbo de colisión que llevamos, no bastan ni de lejos las apelaciones a la responsabilidad individual. Todo lo que hagas en tu vida diaria, está fenomenal y es imprescindible, pero solo eso no va a hacer que cambie la situación. De hecho, realmente este es parte del problema de la «ecoansiedad», ya que se pretende llevar al terreno individual lo que realmente es una responsabilidad estructural y de sistema.
Por eso es imprescindible que, además de todo lo que puedas hacer en tu día a día (con las contradicciones que conlleva la imposibilidad de salir del sistema), tomes parte para lograr cambios estructurales y sistémicos.
Únete a grupos locales de activismo, a organizaciones juveniles o profesionales que trabajan en sostenibilidad, y a redes globales que impulsan la transición ecológica. Compartir metas comunes, ideas y experiencias ayuda a aliviar la carga emocional y, sobre todo, a sumar esfuerzos que marcan la diferencia.
La lucha contra el cambio climático requiere una variedad de competencias: desde la investigación y la educación ambiental hasta la comunicación y la participación política. Identifica qué te apasiona y dónde tus habilidades pueden ser más útiles. ¿Eres bueno con datos? Aporta investigando e interpretando información técnica. ¿Te gusta el activismo en redes? Colabora en campañas de divulgación. Hay un lugar para cada talento en la acción climática.
Por supuesto, es importante no descuidar el bienestar personal. Practica actividades que te ayuden a reconectar con el presente y te brinden esperanza: caminar en la naturaleza, hacer ejercicio, compartir tiempo con tus seres queridos o dedicarte a un pasatiempo que te apasione. El autocuidado no es egoísta; es necesario para sostener la lucha a largo plazo.
En un mundo perfecto, los grandes cambios se darían de forma inmediata, pero la realidad nos muestra un camino más lento y complejo. Por eso, celebrar los pequeños pasos es crucial. Cada árbol plantado, cada nueva persona que comprende la importancia de cambiar el sistema, cada política pública con enfoque ambiental cuenta y merece reconocimiento.
Pablo Aretxabala Pellón
Abogado y Consultor / EUSKOASESORES
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