Todo proyecto de IA debe de ser capaz de demostrar su retorno.
Algo que parece obvio. Pero a veces no es tan sencillo.
No fue fácil anticipar la capacidad del motor eléctrico para transformar las plantas de fabricación. Lo mismo que no es fácil anticipar el poder de la IA para transformar procesos complejos en una empresa.
En mi experiencia un proyecto se justifica por las eficiencias que genera, pero su verdadero impacto está en la capacidad de hacer las cosas de manera diferente.
El otro día asistí a una charla en la que una compañía había incorporado un modelo de Inteligencia Artificial para mejorar un problema en la calidad de las piezas. Un proceso que por sí mismo ya justificó la inversión. Pero sólo 6 meses más tarde, un cliente que observó que habían sido capaces de resolver ese problema les propuso una colaboración.
1 millón de euros al año de contrato.
Nadie podría haber anticipado que gracias a ese modelo solo 6 meses después un cliente iba a ofrecerles ese contrato.
Y, sin embargo, ése es el poder de esta tecnología.
Podría contarte muchos casos de ese tipo en los que hemos participado en DECIDATA.
Cómo cambiar la gestión de la postventa para reducir el tiempo que tu cliente está esperando una respuesta porque puedes gestionar la incidencia en remoto. Cómo cambiar la gestión de un stock vivo de animales porque eres capaz de predecir cómo se va a comportar su peso.
O cómo cambiar la relación con tus clientes porque puedes adaptar tus productos/servicios a sus necesidades reales. Sin necesidad de que te las verbalicen. Únicamente estudiando su comportamiento.
El potencial es brutal.
Pero para llegar a ese punto no puedes quedarte solo en la eficiencia.
Esa es la trampa de la IA generativa.
ChatGPT te aporta una mejora en eficiencia rápida para tus tareas del día a día. Te permite automatizar tareas tediosas. Traducir al idioma que quieras. Preguntarle todo lo que necesites. Tener una conversación trascendental.
Lo que quieras.
De manera tan fácil, que puedes tener la tentación de quedarte ahí.
El reto es trascender la eficiencia. Y pensar cómo esta tecnología puede transformar tu organización.
Pasar de la especificación técnica. De la funcionalidad. De la tarea. Al problema.
Ahí es donde reside el valor.
Pero eso es terreno del directivo.
No del tecnólogo.
La capacidad de tener una visión, de liderar, no la puede realizar ChatGPT.
Tiene que ser un humano. Ahí es donde está nuestro diferencial.
En ser capaces de pasar de la gestión al liderazgo. Porque aunque a veces parezcan lo mismo, son muy diferentes.
Nunca vamos a poder ganar a una máquina en la optimización de los recursos para obtener un resultado. Son imbatibles.
Y, sin embargo, una máquina nunca podrá liderar una organización. Porque una organización está formada por un conjunto de personas alineadas con una idea, un mensaje, un objetivo.
Y si bien no nos importa hacer caso al GPS cuando nos marca una dirección, nadie quiere tener como jefe a un algoritmo.
Encantado de tener una conversación.
Iñaki Pertusa Socio en DECIDATA

