Feminismo y Ecologismo navegando juntos

Este 8 de marzo no es un simple recordatorio de que las mujeres existen o de que les “toca” una mención especial; es una oportunidad para levantar la voz con todas nuestras fuerzas y decir que la defensa de la vida en el planeta no puede seguir ignorando la perspectiva, la lucha y el coraje de tantas compañeras que han peleado antes que nosotros. No podemos permitirnos pasar por alto que, en plena emergencia climática, la desigualdad golpea más duro a las mujeres y a las niñas de las comunidades más vulnerables. Por eso escribo con la convicción de que solo la pasión y la acción directa pueden sacudir las conciencias y hacernos avanzar hacia un mundo más justo.

La historia de Greenpeace está plagada de nombres masculinos que, aunque hicieron aportes valiosos, nunca habrían logrado nada sin la entrega de mujeres que, desde el principio, se la jugaron el todo por el todo. En los años setenta, cuando comenzábamos como el “Don’t Make a Wave Committee” para frenar las pruebas nucleares en Amchitka, había activistas que rompían con todos los moldes. Dorothy Stowe, cofundadora de la organización, puso su fibra pacifista y su visión de justicia social al servicio de la causa. Junto a su esposo Irving, sí, pero no fue él quien lideró siempre. Dorothy estaba ahí, impulsando, debatiendo, arriesgando su pellejo en una época donde muchas creían que el rol de las mujeres debía ser más bien pasivo.

Marie Bohlen dio un golpe en la mesa de los “bienpensantes” cuando propuso navegar directamente hasta la zona de pruebas nucleares para denunciar el crimen que se estaba cometiendo contra el planeta. ¿Te imaginas el valor de esa decisión? Estamos hablando de los años setenta, de lanzarse al mar con un puñado de gente a bordo de un barco precario, intentando nada menos que detener un ensayo nuclear. Sin la tenacidad de Marie, sin su mirada audaz y sin su obstinación, esa aventura, que fue el arranque de Greenpeace, jamás habría ocurrido. Y ahí tenemos también a Dorothy Metcalfe, esa mujer que se ocupó de la logística y los detalles que nadie quería atender, pero que sin ellos no se puede salir a protestar ni a la vuelta de la esquina. Fueron su trabajo silenciado y su empeño los que posibilitaron cada acción directa. A veces nos venden la historia de que “hubo grandes hombres y sus ayudantes”, pero lo cierto es que, sin esas mujeres, Greenpeace no habría llegado ni a zarpar.

Hoy, que el mundo parece desmoronarse ante la emergencia climática y social, estas historias femeninas no son simples anécdotas. Son una inyección de rabia transformada en energía, de coraje traducido en acción. Duele ver cómo, en pleno siglo XXI, hay quienes siguen minimizando la crisis ambiental y, al mismo tiempo, invisibilizan o menosprecian el papel de las mujeres en la defensa de la Tierra. Pero esa misma rabia es el combustible que nos tiene que empujar a actuar. Desde nuestro activismo, no podemos permitirnos posturas tibias. Debemos reconocer que la devastación ambiental está ligada a la explotación de los pueblos y, de manera devastadora, a la opresión de las mujeres. Y también debemos entender que el liderazgo de las mujeres en la lucha contra el cambio climático no es un “detalle adicional”, sino la punta de lanza que puede cambiar el rumbo de este desastre.

Las experiencias de Dorothy Stowe, Marie Bohlen, Dorothy Metcalfe y tantas otras demostraron que la acción colectiva puede contra gigantes, y que el liderazgo femenino no solo es justo, sino absolutamente necesario. Nos enseñan a no quedarnos quietos, a no callar, a sacudir la modorra que nos imponen los discursos vacíos y la corrección política. Somos muchas las personas que hoy seguimos inspirándonos en esas pioneras; no necesitamos permiso ni aprobación para tomar un megáfono, subirnos a un barco o encadenarnos a una refinería. Lo que necesitamos es que cada vez más voces se unan a esta lucha que lo abarca todo: la vida, la dignidad, la igualdad y la biodiversidad. Este 8 de marzo, que no sea solo una fecha simbólica, sino el recordatorio de que sin la participación activa de las mujeres no hay futuro posible y de que no podemos permitir que la Tierra, ni las mujeres que la habitan, sigan siendo ignoradas o silenciadas.

Pablo Aretxabala Pellón, Abogado y Consultor
Pablo Aretxabala Pellón

Abogado y Consultor / EUSKOASESORES
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