Cities and Design: el coche autónomo no va a cambiar nada.

coche-autónomo

En un momento histórico en que aún vemos emerger y posicionarse fuerzas de peso internacional consolidando la definición de etiquetas, fronteras y estereotipos mentales, lo que realmente subyace al Zeitgeist que nos corresponde, y posiblemente alienta al contrario por oposición, es una permeabilidad e interconectividad entre las cosas, las personas y los conceptos que presentimos como posible génesis de un futuro diferente.

Por mucho que nos esforcemos, la tendencia natural de las cosas, la voluntad de Schopenhauer, se nos escapa entre los dedos para dar forma a una nueva realidad, lo que las cosas quieren ser. Las razones no son siempre claras e inmediatamente comprensibles, pero ocurren. Las identidades regionales y los poderes de las multinacionales, cada uno en su propia esfera, trascienden una geografía política a la que le cuesta defendersehasta en los mapas. Las identidades sexuales y nacionales dejan de ser tan evidentes, la hiperconectivdad digital relativiza las distancias. Incluso la frontera por antonomasia, el límite de los límites, la ultrapared de las cajas fuertes de los bancos ve como el propio dinero empieza a desvanecerse en Blockchains, o algo así, que no hay quien atrape.

La hiperconectividad entre las cosas

Esta hiperconectividad entre las cosas y las personas es lo que de verdad va a deformar (reformatear) nuestras ciudades, éste es el punto clave. Las Smart Cities y otros términos similares no son sino una mera representación temporal y parcial de esta realidad embrionaria, un intento de atrapar algún concepto, y potencialmente monetarizarlo. Otra vez Schopenhauer, la representación o el velo de Maya, si queremos.

Ya es un dato proyectivo bastante manido el que para 2050 casi el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. No obstante, el concepto de ciudad no es lo que era, la dualidad campo-ciudad ya no existe, todo es uno y la ciudad se convierte en la referencia y actor principal en la geopolítica internacional, con más presencia estratégica que los propios países tradicionales. Ciudad, además, es un continuo sobre el territorio que lo abarca todo, incluso las selvas tropicales forman parte de ese jardín global que si no es asistido y protegido no puede subsistir por sí mismo.

Conectividad: la herramienta clave

El cambio ocurre en las ciudades. La conectividad se intuye como la herramienta clave para generar ese diseño que parece que necesitamos, un hiperdiseño, una nueva forma de plantearnos las cosas. Podemos decir que ese planteamiento se asienta sobre tres pilares básicos, tres soportes para la ciudad del futuro: la desaparición o debilitamiento de los límites tradicionales entre los diferentes campos del diseño, la hiperconectividad digital/virtual (Internet Of Everything) y la hiperconectividad física, esto es, la movilidad.

El primero de estos factores, la permeabilidad entre disciplinas, ha venido facilitada por la aparición de lo que llamamos Nuevas tecnologías o Tecnologías de la Información y Comunicación, y ya comienza a asentarse. Esto ocurre en dos ejes cardinales complementarios. En horizontal, la enzima aglutinante de las TIC ha forzado a colaborar cada vez más a campos anteriormente más distantes, como la ingeniería, la economía, biología, o antropología, que se insertan en el cuerpo propio del diseño como un parámetro más de la mecánica de trabajo. En sentido vertical, entre los distintos ámbitos del diseño, recogiendo escalas diferentes de tamaño, el diseño pierde su estanqueidad disciplinar, y un arquitecto (por ejemplo) viaja virtual y realmente desde la ordenación urbana hasta el diseño de wearables, con el mismo equipaje intelectual y similares compañeros transversales de viaje.

El segundo y tercero de estos pilares que hemos establecido, la conectividad virtual y real, constituyen la realidad física de la ciudad que esta inter/trans/cros-disciplinariedad va a tener como objeto general de trabajo. La una no puede vivir sin la otra, y juntas forman la hiperconectividad total, con sus dos caras, con sus complementarios yin (virtual) y yang (físico), por usar una referencia taoísta que bien encaja en este punto.

Hiperconectividad en Smart Cities

La hiperconectividad digital es la esencia de lo que hoy llamamos Smart Cities, una red de sensores y puntos de captación y oferta de información/datos que entrecose toda la ciudad con le fin último teórico de mejorar la eficiencia de las instalaciones y la performance de la ciudad en muchos aspectos, sobre todo infraestructurales. Es sobre todo virtual, no nos va a afectar notablemente en la forma y diseño espacial de la urbe, de lo que tocamos y usamos.

La hiperconectividad física viene posibilitada por la hiperconectividad digital y ésta sí que va a cambiar la cara y el cuerpo de las ciudades. La movilidad, la hiperconectividad física es lo que define la ciudad. Desde la ciudad medieval, hoy casco histórico de movilidad peatonal, hasta los ensanches decimonónicos, diseñados para que las personas puedan usar la ciudad sin perturbar el tráfico fluido de los coches. Las secciones de los viales, los ritmos de paso y los pulsos de la ciudad, hasta el humor diario, todos han sido definidos por la movilidad.

Para nosotros esto se ha traducido en el objeto casi por antonomasia del imaginario colectivo y del estatus social: el coche. El coche/tanque de 4×2 metros, donde cabe toda la familia y que necesita casi 8 m2 de superficie y un carril de 3,5 metros, siempre infrautilizado en espacio y prestaciones, contaminante y peligroso. Este modelo de vehículo está acabado. La movilidad, apoyada en la tecnología, explota en una variedad aún incontrolada de modos de moverse, tamaños, formas y velocidades. Esto es lo que va a cambiar la ciudad, las secciones, los carriles, la forma de comportarnos e incluso el concepto de propiedad.

Esta deflagración interna en el mundo del “coche” está ya ocurriendo y se articula sobre cuatro vías de desarrollo que confluyen cuando pueden, y que son clave para tratar de entender lo que va a ser determinante para la ciudad y lo que no. Estas cuatro vías, algunas aún arrastrando la mochila del término coche son: el coche autónomo y conectado, el coche eléctrico, los nuevos vehículos de tamaños y formas personalizados y ,por último, la estructura de la propiedad.

Llegado a este punto, es importante tener un criterio de trabajo claro para identificar lo que es una herramienta tecnológica y tiene valor como tal y lo que realmente puede modificar la vida de los ciudadanos en las ciudades. Con este fin establecemos unos ejes cartesianos tradicionales donde vamos a tener en abscisas el valor tecnológico y en ordenadas el valor humano, es decir, lo que esta tecnología puede tener de afección a la realidad futura de la composición y uso de las ciudades. En cuanto hacemos este ejercicio racional de visualización de estos datos tan sencillos, nos damos cuenta del valor relativo de cada una de las cuatro vías/aspectos que hemos listado antes.

Para empezar, resulta evidente que el coche autónomo se coloca como el gran avance tecnológico, la estrella de la investigación. Sin embargo, visto de la ciudad, incluso desde el ciudadano, llevamos mucho tiempo contando con vehículos autónomos. Tanto el taxi, como el autobús, como el propio avión, para mí, usuario, son 100% autónomos. Conclusión: su incidencia en la transformación de las ciudades es prácticamente cero. La combinación con otros aspectos como la reducción de coches particulares puede incidir en mejorar la ciudad y la circulación, pero esto sería exactamente igual si uso taxis.

El coche eléctrico. De nuevo nos encontramos con un avance tecnológico perteneciente al mundo de los avances en ingeniería, pero sin incidencia destacable en la forma y futuro de las ciudades, excepto por el importantísimo factor ambiental, pero éste es otro parámetro diferente. Sí es cierto que en este caso probablemente necesitaremos una red de cargadores eléctricos, algo que potencialmente afectará a la epidermis e infraestructura de nuestras urbes.

La tercera vía de avance en la campo de la movilidad es lo que los diseñadores informáticos llaman Factor de Forma. El uso de motores eléctricos ha posibilitado la incorporación de este tipo de propulsión a vehículos de formas y tamaños inesperados. Desde pequeños scooters, patinetes y bicis (Personal Mobility Vehicles) hasta pseudo-coches de dos, tres o más personas. Esto sí cambia nuestra forma de comportarnos. Las ciudades se están viendo en la obligación de crear una nueva estructura normativa y urbana que permita a la ciudad adecuarse a esta nueva movilidad. Un vehículo para cada tipo de recorrido (distancia, velocidad, peso…) y número de ocupantes. Pero entonces… yo tengo que tener más de un vehículo en propiedad?

En este punto es donde aparece el cuarto aspecto: la estructura de la propiedad. Mobility on Demand. Ésta es la nueva movilidad. Para desplazarme uso lo que necesito, lo solicito y geolocalizo mediante mi dispositivo de habilitación de la hiperconectividad digital (teléfono móvil), lo utilizo y lo dejo de nuevo. Es la economía basada en el acceso al servicio frente a la compra y posesión del producto que Jeremy Rifkin nos presentaba ya hace casi dos décadas. Cierto es que, una vez que el coche/vehículo está hiperconectado resulta también una cadena de control. No necesito tener ese aparato dentro de mi garaje sino usarlo cuando lo necesite, lo cual me libera en cierta medida. Por otro lado, la tecnología supone un elemento de tanta importancia percentual en mi vehículo que un taller local, de barrio, no tiene ninguna posibilidad de poder acceder al SW/HW instalado.

En resumen, el coche autónomo, conectado y/o eléctrico no va a cambiar nada, no va a tener una incidencia real para nosotros en la ciudad. Lo que realmente va a cambiar las ciudades es la forma de moverse, la estructura de la propiedad, la conectividad digital y física, el cambio de tamaño y diseño de los carriles y secciones en función de dimensiones, distancias y forma de movernos, la desaparición del “coche” como símbolo de estatus social en favor de otros atributos y la red hiperconectada de vehículos y vehiculoides. La disrupción nunca está en la tecnología en sí misma sino en el modo de usarla, en la experiencia del usuario, en cuánto y cómo nos mejora la vida, en cuánto y cómo mejora la calidad de la ciudades. La tecnología desnuda es como aquél emperador del cuento, que no fue consciente de que no llevaba nada hasta que un niño señaló la evidencia: ya tenemos coches autónomos y se llaman taxis.

Juan Sádaba

Autor: Juan Sádaba

PhD. Assistant Professor of Urban Design at the University of the Basque Country. Founder NEREI emotional intelligent