Nuevos Otomanos

Estambul Otomanos
Foto de Emre Kuzu en Pexels

Hablemos de Turquía. Necesario porque en un país estratégico que llega a confundir con sus propias políticas gubernamentales, internas y externas.

La reconversión en mezquita de la antigua basílica ortodoxa Hagia Sophia ha sido el penúltimo ejemplo del desconcierto que el Gobierno de Tayyip Erdogan provoca a escala internacional. Una prensa que se mueve entre los análisis favorables y adversos en función de los muchos movimientos «caprichosos» del ejecutivo de Ankara. Crítica, por cierto, que a nivel nacional está cada vez más coartada.

Aunque puede ser impreciso situar el punto de inflexión en el fallido Golpe de Estado que se dió en el verano de 2016, desde entonces se han sucedido eventos socio-políticos con una evidente connotación de represalia para aquellas fuerzas que fracasaron en la intentona, a la vez que se ha fortalecido la posición de las autoridades pro-Erdogan. Los mecanismos para escarmentar ese episodio han sido múltiples en la escena legislativa y judicial, destacando la detención masiva de funcionarios y activistas, así como la limitación de la libertad de prensa.

Los distintos episodios socio-políticos acontecidos desde aquellas frustrada movilización de algunas facciones de las Fuerzas Armadas siguen un patrón cuasi-generacional con varios precendetes, especialmente las protestas contra la nueva ordenación del parque de Taksim. El proyecto, hoy suspendido, sigue siendo una afrenta a poder estatal ejercido por el AKP de Tayyip Erdogan y su progresiva «apropiación» de la vida pública turca con iniciativas políticas claramente encaminadas a fortalecer su protagonismo y liderazgo cuasi-absoluto.

Leáse la contrucción de infraestructuras faraónicas, especialmente en las orillas del Bósforo, la creciente intervención en conflictos en el exterior, el posicionamiento geo-estratégico en el este de África o la nada trivial doctrina de seguridad estatal y energética aplicada en sus relaciones de vecindad. Una estrategia impegnada de nacionalismo neo-otomano que debe todavía de cuadrar ese crecimiento económico hace unos lustros boyante y que hoy queda limitado por la presión financiera que padecen varios mercados emergentes.

Ese no éxito de las políticas económicas es uno de los principales argumentos para que se enarbole un perfil electoralista que cada vez acentúa más la singularidad turca vinculada a la tradición otomana, islámica y conservadora, resistiendo en la medida de las posibilidades las cualidades democráticas. Un caracter que cada vez es más cuestionado por la proliferación de proposiciones gubernamentales y parlamentarias que le alejan de esos valores y le hacen perder las simpatías entre los votantes más jóvenes, tal y como plasman en Al-Monitor.

Una de las últimas iniciativas, justamente, está orientada a no dejar escapar el control sobre esas plataformas que hoy dan forma a las preocupaciones, los debates y los discursos de las nuevas generaciones, las redes sociales y las plataformas de contenido streaming. La versión legisladora del AKP no se resiste a fiscalizar los comentarios de Facebook, tweets y demás foros que cuestionan sus perspectivas políticas. Y la presión del presidente Tayyip Erdogan para que se haga, según Associated Press, tiene que ver, en parte, con una cuestión familar.

La suma de esos férreos controles por los que aboga el Gobierno de Ankara tiene el parcial mérito de aprovechar el relato histórico para contribuir al propio, y el ya aludido Golpe de Estado ha facilitado, por ejemplo, la conmemoración de un aniversario en el que las últimas tecnologías han servido de artificio para epatar al ciudadano – véase una recopilación de las escenas en este video de Reuters – que sigue pendiente de los frentes abiertos en la región y el riesgo de contracción económica desmedida.

fondaki análisis de mercados