Decisiones Sintéticas

british petroleum

No son pocos los que en las últimas décadas han escuchado un cuasi-mantra en la industria de los hidrocarburos que aludía al papel estratégico que tendrá «en el futuro» las actividades petro-químicas. Una especie de idea, con un claro mensaje certero, muy reiterada durante el último lustro ante los retos e incertidumbres que han vinculado la producción del crudo con la generación de energía y la propulsión de vehículos. Son numerosos los ejemplos a escala internacional que han querido reflejar esa especie de designio.

Pero esta semana han llegado dos corporaciones británicas para replantear convencimientos al comunicar una operación de compra-venta excepcional y con mensajes variados. Según el anuncio realizado, BP venderá de su negocio de materias primas plásticas a INEOS. Cuestión nada trivial si se asume el tan cacareado potencial de los sintéticos. La primera lectura más o menos obvia lleva a la revisión estratégica del antes conglomerado público, pero también se deducen movimientos de desinversión muy bien conectados entre el tiempo y las personas.

Mientras BP debe superar sus fantasmas del pasado, recuérdese el desastre de la plataforma Deep Horizon, la multinacional fundada por Jim Ratcliffe cuenta con pocos inconvenientes socio-políticos de los que cuidarse. A excepción de unos «pocos» detractores que tratan de visibilizar su «obscena» estrategia de promoción del deporte, léase la elucubración ofrecida por Financial Times al respecto, el condecorado caballero rinde escasas cuentas. Y he ahí la clave camuflada del acuerdo, la evaluación de los denominados stakeholders.

Cerca o lejos, aunque la oportunidad se intuye evidente, de ser cierta la recriminación que se le hace a INEOS por su basta inversión en «propaganda verde», su condición de sociedad limitada y privada le salva de dar demasiadas explicaciones a agentes, especialmente de la rama financiera, sobre transición energética y sostenibilidad. Por contra, BP cita de manera soslayada en su comunicado esas presiones que determinan su visión corporativa a medio plazo, asúmase el abandono del clásico modelo de integración sectorial.

La descarbonización ocupa en la agenda de BP un sentido singular atendiendo a las muchas perspectivas propias y ajenas. Pero hay igualmente demasiados sorprendidos con la opción de vender una unidad que podía contribuir a elevar la facturación y desligar a la corporación de los cada vez menos apreciados productos combustibles. La muestra de esta sorpresa, la reflexión previa en The Economist, acerca de la complicada relación contemporánea entre la industria de los hidrocarburos y la petro-química.

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