Entrevista con Iñigo Ucín, presidente de Corporación Mondragón

Ante la amenaza real de un mayor empobrecimiento y un incremento del desempleo, el mayor grupo empresarial vasco reclama unidad para la aplicación de medidas sincronizadas y exige flexibilidad para la continuidad de las empresas

Hablar de la Corporación Mondragón es hablar de Industria, Servicios, Comercio, Finanzas o Máquina herramienta bajo una misma marca. Es hablar de una corporación mayúscula cuyos datos hablan por sí solos: a día de hoy, está presente en los cinco continentes, agrupa a 266 empresas (de las que 97 son cooperativas), cuenta con 146 fábricas en todo el mundo y da empleo a 83.000 personas. Sus ventas el pasado año ascendieron a cerca de 12.200 millones de euros. La corporación vasca, por si fuera poco, es el primer grupo cooperativo industrial del mundo con casi 65 años de vida, un tiempo en el cual nunca ha perdido el mismo perfil bajo y la humildad que en su día grabó a fuego su fundador, José Mari Arizmendiarreta.

De su pasado, pero sobre todo del convulso presente y el inquietante futuro da cuenta en la siguiente entrevista su actual presidente, Iñigo Ucín, para quien los tiempos de unión y cooperación van a resultar más necesarios que nunca.

Desde la óptica de las cooperativas, ¿cuál es la profundidad de esta crisis económica?

Es de una profundidad enorme. En Euskadi hemos atravesado a lo largo de nuestra historia muchísimas crisis pero ninguna como ésta, ninguna. Es absolutamente distinta a todas y a todo lo que hemos vivido. En muy poco tiempo hemos pasado de discutir si la desaceleración en la cual estaba inmersa la economía en general terminaría en una gran crisis o no, a tener que enfrentarnos después a un problema de orden sanitario en Wuhan (China), que la mayoría ni tan siquiera sabíamos ubicar en el mapa, y a darnos cuenta por último que nos ha invadido un virus que ha ocasionado una pandemia global. Un virus, por cierto, sobre el que incluso también se llegó a discutir su mayor o menor alcance. De modo que estamos ante un problema mundial de orden sanitario primero y otro de carácter económico después, mayúsculo y sin precedentes.

¿Qué es lo que más le asusta de todo lo que está viendo?

Al comienzo asistimos a un problema de oferta por la rotura de la cadena de suministros que venía desde China, luego el problema de la oferta se acrecentó por el propio cierre de las actividades de las empresas y ahora la mayor amenaza es la falta de demanda brutal que existe. Las empresas están abiertas y equipadas con todo lo necesario para producir pero la demanda está muy ralentizada y dependiendo en qué tipo de sectores, está totalmente parada. Por tanto, insisto, estamos ante un problema sin precedentes.

El origen de esta pandemia se sitúa en la ciudad china de Wuhan, donde ustedes tienen ramificaciones empresariales. ¿No vieron venir lo que se venía encima?

Recordemos que al comienzo de toda esta situación se trataba de un problema sanitario que aquí se decía que estaba controlado y que no se iba a extender mucho más allá. Sin embargo, el problema, como se ha visto, se ha propagado con una virulencia absolutamente desconocida. Es cierto que en la última década hubo precedentes de otros virus que también tuvieron su origen en Asia y que quizá por casualidad o porque se hicieron algunas cosas mejor o porque el virus no tenía tanta virulencia, no terminaron por provocar lo que éste (coronavirus) sí ha causado. Así que creo que nadie realmente se esperaba que esto fuera a desembocar en la actual situación. Dicho esto, también quiero decir que todo esto nos ha pillado muy despistados, muy despistados…

Uno de los aspectos que ustedes las empresas han tenido que redescubrir estas últimas semanas ha sido la gestión de las compras de material sanitario en China, donde quizá debido al desconocimiento, las prisas o la desesperación se han dado de bruces contra una realidad muy dura como es la de que gobiernos importantísimos en todo el mundo y compañías de primer nivel no sabían cómo moverse en un mercado tan complejo en estos momentos, donde se han vivido episodios lamentables como la compra de materiales defectuosos o la disparidad de los costos. ¿El problema de fondo ha sido que no sabemos comprar en China?

Sí sabemos comprar en China, lo que ocurre es que hay veces que resulta inevitable toparse con especuladores e intermediarios que aprovechan una situación de desesperación para sacar provecho. Nosotros como Corporación hemos intermediado y traído mucha cantidad de EPIs a Euskadi, no solo para nosotros y no con la intención de hacer negocio sino con el propósito de ayudar a las empresas, a Osakidetza, a las diputaciones forales… Hemos traído una cantidad ingente de mascarillas y demás elementos de protección, lo que ocurre es que mucha gente pidiendo en plan desesperado una cantidad ingente de productos ha hecho que muchos especuladores se hayan aprovechado de esta demanda y de este tipo de oportunidades. El resultado es el que hemos visto en algunos casos, lamentablemente, con mucha gente que ha sido engañada y otra mucha gente que hemos tenido que pagar mucho más dinero por algo que no valía tanto. La oferta, la demanda y la ética de muchos empresarios intermediarios chinos es así.

Ustedes saben de lo que hablan por propia experiencia…

La oferta y la demanda ha provocado que hayamos tenido que pagar mucho más de lo que es normal por productos básicos donde la demanda suele ser muy normal, pero ante un escenario de desesperación, como digo, los especuladores han estado, y están, al acecho. Fíjese que nosotros  teníamos un pedido cerrado para importar cuatro millones de mascarillas a Euskadi, sin embargo llegó un gobierno europeo, pidió 24 millones, pagó muy por encima del mercado y nuestro pedido jamás llegó Euskadi. Toda esta situación ha sido un sálvese quien pueda.

¿Lección aprendida?

Espero que sí y espero que sirva también para que nos demos cuenta de lo que significa ser dependiente en muchos productos o desarrollos que se supone deben ser considerados como estratégicos. Las consecuencias que traen este tipo de fuentes las estamos viendo en esta crisis.

¿Siendo las mascarillas, quizá, el ejemplo más palmario de este déficit, su apuesta a través de Bexen Medical significa que a partir de ahora Euskadi ya no va a volver a tener problemas de suministro?

Creo que el tema de las mascarillas ha venido para quedarse. Si nos fijamos en lo que sucede en Asia, vemos que el uso de las mascarillas siempre ha sido muy habitual (catarros, fiebre, contaminación ambiental…), por lo que cabe pensar que esa tendencia, más pronto que tarde, acabará llegando aquí. Seguramente no con la exigencia que existe en estos momentos pero sí creo que todos pasaremos a utilizar en el futuro mascarillas de una forma más habitual.

¿Qué impacto económico cree que podría llegar a tener en su cuenta de resultados esta nueva división industrial?

Nosotros iniciamos el proceso de fabricación de mascarillas no para hacer negocio sino para dar respuesta a la alarma que se nos comunicó, una alarma que de verdad asustaba. Entendimos lo que se nos venía encima cuando tuvimos conversaciones al respecto con las autoridades sanitarias y nos pusimos a hacer lo que había que hacer en ese momento porque se trataba de un tema en el que había que defender a la población de las consecuencias de este virus tan mortífero.

¿Tiene una idea más o menos aproximada de cómo vamos a poder salir de esta situación? En ‘V’, en ‘U’, en ‘L’…

Le voy a ser sincero y la respuesta es, sin duda, ni idea. Ni idea porque creo que la salida de esta crisis depende primero de cómo evoluciona el aspecto sanitario, hasta qué punto se conoce el comportamiento de este virus y si existen o van a existir algún tipo de defensa en cuanto a tratamiento o, sobre todo, la esperada vacuna que evite el empeoramiento de este problema sanitario. Y esto va a tener una incidencia brutal porque no es lo mismo que la pandemia desaparezca persé que lo haga como consecuencia de que se tomen una serie de medidas. Por lo tanto, no sé si vamos a salir en forma de ‘V’, de ‘U’ o de ‘L’ porque, como le digo, todo va a depender de la evolución del propio virus y, en segundo término, de a qué velocidad y con qué acierto se tomen las medidas que haya que tomar; medidas que se tienen que abordar de una manera sincronizada desde un escenario europeo, español, vasco y empresarial.

¿Y cree que esta premisa se está cumpliendo?

Mire, si hacemos una cuenta muy sencilla para contextualizar este drama podemos concluir que si a lo largo de un año trabajamos 11 meses, pues aproximadamente ese mes que no lo hacemos equivale al 9 % del PIB en grandes números. Aplíquese eso a nuestro estado actual y tendremos una idea aproximada…

Difícil conjugar la necesidad de acelerar las cosas para retomar la senda empresarial con la pausa y la prevención que exige el estado de alarma sanitario…

En primer lugar tenemos que ser conscientes de que nos hemos empobrecido y en la medida que esto continúe así nos seguiremos empobreciendo. Cada vez habrá más desempleo hasta que la situación retorne a una situación más normal, de modo que insisto en que hay que tomar medidas siendo conscientes de ello y hacerlo de una manera sincronizada, apelando a un espíritu de unidad entre todos porque lo mismo que hay que defender a las personas en el aspecto sanitario hay que defender a las empresas en el aspecto económico. Y no me refiero solo a las grandes corporaciones o grupos industriales, sino también a las pymes, micropymes e incluso al pequeño autónomo. Las empresas son las que generan riqueza y empleo, no lo olvidemos, por eso hay que defenderlas cuando la actividad retorne y hay que hacer todo lo que sea posible para que lo hagan de una manera rápida.

¿Este discurso en favor de la unidad y el trabajo es de lo que va hablar próximamente en el Congreso con motivo de la Comisión de Reconstrucción que se ha creado?

Trataremos de hablar de esto mismo, de dar nuestra óptica. Vamos a hablar de todo menos de política porque Mondragon no se mete en política. Iremos al Congreso porque nos han invitado a ir y vamos con gusto a explicar lo que hacemos y explicar la visión que tenemos de este asunto.

¿A ustedes les molesta que sólo se ponga en valor al cooperativismo cuando vienen mal dadas?

No estoy de acuerdo con esa afirmación. Creo que del cooperativismo, muchas más veces de las que nos pensamos, se habla muy bien. En nuestro caso al menos, cerca de 2.000 personas acuden cada año a Euskadi desde el extranjero para conocer nuestra experiencia. Por eso no comparto ni creo que del cooperativismo se hable únicamente cuando vienen mal dadas, como es el caso. Lo que sí es cierto es que sí tiene algo que decir y tiene una forma de hacer especial que no blinda totalmente a las empresas ante una crisis pero sí que demuestra, y lo ha demostrado hasta ahora, que es mucho más resiliente que otro tipo de empresas ante una situación de máxima dificultad. Como dice el refrán, “No hay mal que cien años dure, pero tampoco enfermo que lo resista”… Todo va a depender de cuánto dure esta situación y cuánto de intensa sea. Pero nosotros como cooperativas sí que tenemos posibilidades de hacer cosas que otras empresas no pueden hacer.

¿Qué tal ve una derogación de la Reforma Laboral como la que se pactó recientemente en el Congreso y que es motivo en estos momentos de una gran convulsión interna entre los partidos que conforman el Gobierno?

Depende de cómo se lleve a cabo la reforma que se pretende. En circunstancias excepcionales como las actuales, las empresas necesitamos flexibilidad para poder aguantar esta situación. Esto es un hecho incontestable. La situación en la que estamos ahora tras las políticas de ayuda impulsadas desde la banca, Elkargi o el ICO han permitido a las empresas atajar un problema inminente como es el de la liquidez pero como no se recupere la actividad, va a empezar a ser muy atacada la situación patrimonial de las empresas, y ese ataque será todavía mucho mayor si no se da esa flexibilidad. Por otro lado, tampoco se puede dejar a la gente descolgada. En el ámbito económico tiene que resistir esta situación y para eso debemos ser conscientes del problema que tenemos, un problema del que tenemos que salir, y estoy convencido de que saldremos, haciendo las cosas entre todos.

Confebask ha planteado recientemente el debate de la fiscalidad, poniendo el foco en la necesidad de subir los impuestos. A ustedes como cooperativa históricamente se les ha señalado por parte de algunos sectores como benefactores de una presión fiscal más laxa que al resto. ¿Qué posición tiene al respecto?

A nosotros se nos achaca que pagamos menos impuestos y yo le puedo demostrar que eso no es así. Es cierto que la Corporación Mondragon tiene una cuota ligeramente inferior a la de otro tipo de sociedades pero los que dicen eso no reclaman que quieren tener lo que nosotros llamamos en el mundo cooperativo el FEP, que no es sino destinar el 10% de los resultados de cada cooperativa a actividades culturales, asistenciales, euskera… Las cooperativas lo tienen que destinar de forma obligatoria y nadie de esas otras empresas que nos acusan en este sentido reclaman tener una herramienta parecida. A continuación hay también otro fondo que se nutre del 20 % de los resultados que se llama FRO (Fondo de Reserva Obligatorio) y que se queda en la cooperativa hasta que esa sociedad se liquida o se transforma en otro tipo de sociedad. En ese momento, todo el dinero acumulado se traslada automáticamente al Gobierno Vasco. Tampoco he oído nunca a otro tipo de empresas que reclamen tener un FRO, nunca… Con todo esto lo que quiero decir es que las cooperativas pagamos no menos que el resto, yo diría incluso que según las cuentas hasta un poco más, sino que lo hacemos de una manera diferente.

¿Y las deducciones en el Impuesto de Sociedades?

Ese es un tercer factor que considero determinante. Aunque suelen tener lugar de forma oscilante, existen deducciones en el Impuesto de Sociedades por I+D, por inversiones o por empleo. De modo que si las cooperativas de Mondragón generan relativamente más empleo que otro tipo de empresas, pues de forma obvia tendrá más deducciones; si realizan más proyectos en favor de la I+D que el promedio de empresas, como así ocurre, pues tendrá unas deducciones mayores también. La suma-resta de todo eso, la respuesta, es sin duda que las cooperativas no pagamos menos impuestos sino que pagamos de forma diferente e incluso pagamos algo más, creo yo.


Vía: SPRI.eus