Desplazamientos en Movimiento

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Si efectivamente el sector de la movilidad enfrenta un proceso de transformación sin igual desde la Revolución Industrial, debe ser un periodo en el que se consideren elementos de equidad y sostenibilidad como no se ha hecho hasta la fecha. Análisis varios argumentan los avances tecnológicos, productivos o de capacidad alcanzados por diferentes industrias del transporte como hitos para la democratización de los desplazamientos, pero rehúyen citar las implicaciones socio-ambientales. Una balanza compleja que debe ser estabilizada.

Uno de los principales ejes de incertidumbre a corto plazo será el transporte público. Tanto el autobús como las soluciones ferroviarias han quedado abocados a un periplo en el que sus servicios quedarán limitados por la etiqueta de masas que les acompaña. Ello, mientras el vehículo privado duda por una poco plausible suerte de fase de esplendor acompañada por su condición de particular y un intervalo de precios bajos del combustible. Una especie de espejismo, avanzan en Boston Consulting Group, que reclamará grandes esfuerzos.

Pero son previsiones que dependen, por sintetizarlo de forma apresurada, de unos factores que aún se deben de demostrar verosímiles. El éxodo rural ha nutrido a las ciudades de unos pobladores que, especialmente en las latitudes europeas, reclaman los servicios colectivos como un elemento imprescindible para sus relaciones socio-ecónomicas. También por ser los exponentes de referencia de un cambio de paradigma paulatino en el tráfico de las personas alimentado por la necesidad, la concienciación y el dinamismo urbano.

Entre los vectores de renta, las alternativas de desplazamiento de la ciudadanía peri-urbana y la necesaria re-invención de los espacios se está por conformar un contexto en el que solo quedaría por determinar el éxito o fusión de cada escenario proyectado. Un trasfondo con lecturas plurales que emergerá alimentado por unos acontecimientos de las características de los que estamos viviendo, léase como recurrente ejemplo de actualidad el COVID-19, y que se impulsará precisamente por variables tan contradictorias como diversas.

La riqueza social, aunque con valiosos costes, que promete dejar la crisis sanitaria presente se antoja fundamental para articular un intervalo histórico en el que se recalculen algunas de las tendencias equívocas que han estado circulando en torno a lo que aparentemente ya se reconocía como un flujo unidireccional y estático de los mortales hacia los epicentros que representaban, en pasado, algunas grandes urbes cosmopolitas. El valor del viaje comunal, más allá de las relaciones, se ha interpretado como estratégico para combatir y revitalizar.

Aunque tampoco son premisas inmutables que deban regir la evolución de los eventos que vienen en lo que a oscilaciones humanas se refiere, la lucha contra el calentamiento global y la reanimación de comunidades están en el eje de una serie de dinámicas que bogan hacia la ponderación de alternativas de movilidad y la mejora de unas infraestructuras de tránsito y acercamiento. Opciones que no lo tienen todo de innovadoras pero que recogen un testigo actualizado de requisitos para favorecer la convivencia y la proximidad siendos sostenibles.

A la espera de cómo se administren desde la esfera pública las políticas para fomentar esa mutación paulatina, principalmente por las tensiones financieras que se presenten en las administraciones de distinto nivel, el transporte público debe ser reconocido como un bien público a la vez que institución social capaz de mimetizarse con otras soluciones versátiles que faciliten la tan ansiada inter-modalidad. Esa gratitud pasa inexorablemente por una vía de conexión también emocional con toda la ciudadanía, sea usuaria habitual o no.

La iniciativa emotiva del operador del transporte público de Bruselas, el STIB-MIVB, es una muestra de cómo unir a las personas no solo cuando les es cuasi-obligado, sino cuando lo necesitan. Son mensajes de cercanía que, a medida que se flexibilice el confinamiento, las personas podrán evocar mientras reinterpretan, eventualmente, tal y como adelantan en National Geographic la estrategia, cada vez más política, del desplazamiento. Re-interpretar el trayecto y el medio para contribuir a otra ética de los acercamientos socio-económicos.