El trabajo premiado con el ‘Mies van der Rohe’ se puede ver en el Instituto de Arquitectura de Euskadi en Donostia

La transformación de tres grandes edificios en Burdeos ha sido la ganadora del premio de la UE, obra del estudio Lacaton&Vassal junto a Frédéric Druot y Christophe Hutin. La muestra, titulada ‘Tabula non rasa’, se puede visitar gratuitamente hasta julio.

AUTOR: Eduardo Ortiz de Arri

La exposición ‘Tabula non rasa’ ha estrenado el nuevo Instituto de Arquitectura de Euskadi (IAE). Reivindica la rehabilitación de espacios obsoletos, sin necesidad de recurrir a la demolición. Su parte central está dedicada a la obra ganadora del prestigioso premio ‘Mies van der Rohe’ de 2019, fallado esta semana.

El Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea, denominado ‘Mies van der Rohe’ reconoce y recompensa la calidad de la producción arquitectónica. Este año el galardón ha recaído en el estudio Lacaton&Vassal, junto con Frédéric Druot y Christophe Hutin, autores de la transformación de tres enormes edificios de los años 60 en la localidad francesa de Burdeos.

En esa época de posguerra se aceleró la construcción de nuevas viviendas que hoy en día se consideran arquitectónicamente inferiores, erróneas urbanísticamente y obsoletas ideológicamente. La exposición pone de relieve que estos proyectos tienen aún sus mejores años por delante si se rehabilitan sustancialmente, si se mejoran sus condiciones de vida y se amplía su superficie.

‘Tabula non rasa’, que puede visitarse de jueves a domingo gratuitamente en el Convento de Santa Teresa de San Sebastián hasta el 14 de julio, plantea a través de tres instalaciones una reflexión sobre la evolución de ese tipo de edificios y del espacio urbano y construido. Durante largos años, se ha visto cómo los edificios son derribados y sustituidos por otros, lo que supone un perjuicio económico y medioambiental, y una pérdida de identidad urbana. En la actualidad, sin embargo, está creciendo la crítica a ese abuso del derribo y cada vez más arquitectos investigan la ‘transformabilidad’ de los edificios, que abre todo un campo para la investigación, sin pautas predefinidas.

El trabajo desarrollado en Burdeos permitió ganar en superficie y calidad de vida dentro de las 530 viviendas del Grand Parc. Se ampliaron los salones en 20 metros, se redujo el consumo energético en un 50%, con más luz al sustituir ventanas por grandes cristaleras y más accesibilidad con ascensores exteriores. Además, se añadieron 3,80 metros de profundidad de jardines de invierno y balcones. Y todo sin elevar el coste de las viviendas ya ocupadas. Los trabajos supusieron la involucración del vecindario, que no tuvo que abandonar sus viviendas por la rapidez de reforma, y el resultado es una arquitectura innovadora, socialmente sensible y más responsable.